Descenso poblacional récord en Japón: la crisis demográfica más grave en cinco décadas

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Japón ha enfrentado la mayor disminución de población desde el inicio de los registros oficiales, disminuyendo en casi un millón de personas en 2024. La brecha entre nacimientos y decesos alcanzó niveles sin precedentes, evidenciando la progresión de una crisis demográfica que, con cada año que pasa, sigue intensificando los retos sociales y económicos de la nación.

De acuerdo con los datos más actuales del Ministerio del Interior y Comunicaciones, la cantidad de habitantes en Japón disminuyó en 908.574 individuos en el último año. La cifra total de nacimientos bajó a 686.061, el registro más bajo desde que comenzaron los registros en 1899, mientras que los fallecimientos superaron los 1,6 millones de personas. Por cada bebé nacido, murieron más de dos personas, una estadística que destaca la gravedad del problema.

Incremento rápido del envejecimiento y disminución de nacimientos

La disminución demográfica no es algo reciente para Japón, ya que el país ha experimentado dieciséis años seguidos de baja en su población. En la actualidad, el número total de habitantes en el país es de aproximadamente 124,3 millones, lo que supone un 0,44% menos que el año anterior.

Uno de los factores centrales en esta tendencia es el envejecimiento acelerado de la población. Las personas mayores de 65 años representan casi el 30% del total nacional, la segunda cifra más alta del mundo. Por su parte, la población en edad laboral, entre 15 y 64 años, ha disminuido al 60%, reduciendo significativamente la base activa que sostiene los sistemas de salud y pensiones.

La cantidad de hijos por mujer a lo largo de su vida se ha mantenido significativamente por debajo del nivel necesario para el reemplazo desde los años 70. Aunque hay numerosos programas gubernamentales destinados a impulsar la natalidad, los logros han sido escasos.

Estrategias gubernamentales y obstáculos estructurales

Frente a esta circunstancia, el primer ministro Shigeru Ishiba ha descrito la crisis demográfica como una «emergencia silenciosa». Su gobierno se ha comprometido a reforzar las políticas de apoyo a la familia, entre las que se incluyen el aumento de guarderías gratuitas, la introducción de horarios de trabajo flexibles y la concesión de nuevos subsidios para la vivienda.

No obstante, estas iniciativas se encuentran con barreras estructurales que complican su efectividad. El alto costo de vida, los sueldos que no suben y una cultura corporativa que prioriza largas horas de trabajo desmotivan la creación de familias. Asimismo, las mujeres todavía enfrentan presiones sociales que las identifican como las principales responsables del cuidado, con poco respaldo institucional, lo cual lleva a retrasar o dejar de lado la idea de ser madres.

Las medidas aplicadas hasta ahora no han sido suficientes para alterar una trayectoria que apunta a una disminución continua y acelerada de la población japonesa.

La inmigración: una alternativa limitada y delicada políticamente

A diferencia de otras economías desarrolladas, Japón ha mantenido durante décadas una política migratoria restrictiva. No obstante, el crecimiento de la escasez de mano de obra ha llevado al gobierno a introducir programas temporales, como visas para nómadas digitales y planes de capacitación para trabajadores extranjeros.

Hoy en día, el total de habitantes extranjeros en el país es de 3,6 millones, lo que equivale aproximadamente al 3% de toda la población. Aunque este número es un récord histórico, la influencia de la inmigración en la composición demográfica del país continúa siendo restringida.

En el ámbito político, el asunto de la migración sigue siendo motivo de discusión. La comunidad japonesa, predominantemente conservadora, todavía presenta resistencias ante una mayor apertura migratoria, a pesar de los indicios de requerimiento que se observan en el mercado laboral y el envejecimiento de la población.

Consecuencias visibles en el tejido urbano y rural

El declive demográfico ya es perceptible en numerosos aspectos de la vida cotidiana en Japón. Según cifras oficiales, casi cuatro millones de viviendas han sido abandonadas en las últimas dos décadas, especialmente en zonas rurales. Muchos pueblos y aldeas se enfrentan al despoblamiento, con servicios públicos reducidos y economías locales en declive.

La pérdida de población pone en riesgo la estabilidad de comunidades completas, causando un efecto en cadena sobre la infraestructura, la educación y el acceso a servicios de salud. En las zonas urbanas, aunque el efecto es menos evidente, se prevén repercusiones a medio plazo en el mercado laboral, el consumo interno y la sostenibilidad fiscal del sistema de bienestar.

Un reto a largo plazo sin respuestas inmediatas

La crisis demográfica de Japón no solo plantea retos sociales y económicos, sino que también pone a prueba la capacidad del país para adaptarse a un nuevo paradigma poblacional. Las soluciones estructurales requerirán cambios culturales profundos, reformas en el mercado laboral y una redefinición del rol de la inmigración en la sociedad japonesa.

Aunque las acciones presentes intentan reducir los efectos del envejecimiento y la baja natalidad, la información muestra una situación persistente que no parece cambiar a corto plazo. En este escenario, la urgencia de desarrollar un plan a largo plazo es cada vez mayor para asegurar la sostenibilidad de un país que enfrenta, de manera silenciosa, uno de los retos más grandes de su historia contemporánea.