lunes, septiembre 30

Leclerc acaba en Mónaco en un valioso podio para Carlos Sainz

Mónaco corona por fin a uno de sus nativos, una de las pocas personas que no buscan todo tipo de bondades en el Principado, sino que nació allí, entre el puerto, los ascensores y las tiendas de lujo. Charles Leclerc gana su gran premio de casa, el mejor del fin de semana, en una gran tarde para Ferrari. Carlos Sainz consigue un valioso podio, tercero. Fernando Alonso se clasifica undécimo. Max Verstappen minimiza los daños, sexto en una carrera que empezó con fuerza: el tremendo accidente de Checo Pérez.

La salida de Mónaco desgarra el pelotón por exceso de optimismo. Demasiado entusiasmado se encuentra Kevin Magnussen, que ha pasado a dos coches cerca de la cuerda y tiene muchas ganas de intentarlo con el Red Bull de Checo Pérez. Donde no hay espacio, donde un tractor como el Haas no cabe en el diseño del coche energético, el nórdico se cuela.

La erupción que provoca recuerda el terrible accidente de Romain Grosjean en Bahréin, del que salió envuelto en una bola de fuego. Magnussen ha actuado como un kamikaze y su golpe por detrás desmonta el Red Bull, lo desnuda, queda en pañales, sin tres ruedas, la mitad del coche desparramado sobre el asfalto monegasco, reducido como un guiso a la mitad.

«No me dio espacio. “Podía pasar por la derecha y no sé por qué no me dejó espacio”, argumenta Magnussen, que evidentemente sólo ha visto su carrera y no el peligro de su maniobra imprudente. Checo Pérez está entero y esa es la mejor noticia, un reguero de trozos de carbón se reparten por la subida al Casino, donde tampoco ha llegado Carlos Sainz.

El resultado es tremendo. El español intenta adelantar a Piastri, con más cabeza que Magnussen, y abandona el partido con un pinchazo. Se detiene en la Plaza del Casino.

A pocos metros de distancia, los dos compañeros alpinos reviven viejas rencillas del pasado. Ocon quiere pasar por donde no hay espacio y choca contra el coche de Gasly. Vuela en un salto acrobático y el resultado, mal menor, es su abandono.

Todo ello en la primera vuelta del 78. Vida normal en Mónaco, un emblema de la F1 en el que nada puede pasar como tantas tardes o puede transformarse en un volcán que suelta lava por todas las laderas de la montaña.

Casi 45 minutos después de esta locura colectiva, la carrera se reanuda con los cuatro primeros (Leclerc, Piastri, Sainz y Norris) con neumáticos duros dispuestos a no volver a parar hasta el final.

Toda la adrenalina que estaba concentrada en la salida, ese fuego de los valientes o audaces para conquistar posiciones ahora se convierte en una carrera táctica, puro y simple ‘catenaccio’ porque los equipos juegan con la longevidad de los neumáticos, las distancias con sus rivales a cambiar. ruedas o no y la velocidad establecida.

Leclerc conduce deliberadamente lento a pesar de liderar la carrera. No quiere que se desgasten sus duras ruedas blancas, no le interesa hacerlas sufrir con tiempos rápidos, sino darse un tranquilo paseo por el puerto monegasco ante la imposibilidad de adelantar, salvo riesgo de acabar. chocando.

Más de cuarenta vueltas de todos los pilotos en esta situación. Conducir despacio y conservar neumáticos hasta esperar el final. “¿Puedes ir más lento?” le pregunta el nuevo ingeniero a Leclerc. “¿Para qué?” responde el líder. “Para evitar que McLaren (Norris) tenga una parada libre”.

Mónaco empieza a determinarse en las paradas en el garaje. Hamilton intenta adelantar a Verstappen (sexto) cambiando ruedas antes, y el líder del Mundial hace lo mismo con Russell para colocarse quinto.

En todo ello, la carrera de Alonso es un entrenamiento con el público. Vueltas y vueltas por el circuito de la ciudad donde vive. Ralentiza el grupo final, donde Ricciardo, Bottas y compañía luchan por no ser últimos.

Carlos Sainz es uno de los cuatro tripulantes del grupo de cabeza. Estuvo siempre en el pelotón, sin dejar segundos en la distancia, cómodo durante muchas vueltas y estresado con el ataque de Norris en la parte final. Aguanta al español, se hace fuerte en esa guarida y alcanza un podio de gran valor.

Leclerc no quiere más sorpresas ni decepciones. Empuja el Ferrari, se aleja de Piastri y firma una merecida victoria porque lo suyo fue el fin de semana con una actuación estelar.